lunes, 24 de diciembre de 2018

Fotografías (Marcos de Manuel)

Zoe se despertó, después de un largo sueño, a las nueve de la mañana. Pese a no trabajar en domingo decidió no volver a la cama, sentía que hoy no podía desperdiciar el tiempo durmiendo. Su única meta, hasta el momento, era preparar café y darse una larga ducha que le reconfortara en este inicio del día. Con el albornoz por la cintura y en la intimidad que da el vivir en el campo, se sirvió un café y decidió tomarlo al lado de la ventana, observando el frío que seguro hacía fuera, y cómo el hielo, que de noche se había apoderado de las hojas casi vencidas, iba cediendo ante un sol que ya dominaba el cielo. Así dejó que pasara el tiempo, a salvo en su refugio interno, en la seguridad de lo predecible que era el instante inmediato.


Yo me desperté, después de una noche de cine y hachís, también de un largo sueño, sobre las once de la mañana. A gusto por el día de descanso que me aguardaba junto a Zoe, me tomé una ducha rápida impaciente por saberme a su lado. Al entrar en el salón la vi con la espalda desnuda y el pelo recogido, sus labios besaban un tazón de café humeante. Una imagen que borró cientos en mi memoria. La luz tenue de la mañana reflejaba en su rostro un dorado que seguro imitaba al amanecer de esa jornada, rememorándolo para nosotros. Sus ojos verdes iluminaban a su vez el día, derritiendo la escarcha que veía imposible resistir ante aquella imagen y condenándola a desear otra fría noche. Un acto reflejo me llevó a coger la cámara para tratar de inmortalizar ese torso desnudo, algo que de antemano se me presentaba inalcanzable.


* Por favor, no te muevas, déjame memorizarte un segundo más.
* No seas tonto, ¿qué haces? –no pudo decir otra cosa, un sentimiento entre el halago y la vergüenza no le dejó. Fue entonces cuando oyó un disparo fotográfico y se volvió hacia mí con una sonrisa que marcaría mi vida para siempre.


Después de aquello no tuvimos más remedio que amarnos durante todo aquel invierno, los días pasaron veloces y cansados. Hoy, ya olvidado el amor que hubo antes de aquella fotografía, seguimos un camino de frágiles besos que el futuro no tardará en prohibirnos, yo desarmado por aquella imagen y ella enganchada al amor que respiró aquella mañana.

lunes, 17 de diciembre de 2018

Tabaco (Marcos de Manuel)

En la casa apenas había muebles. Y era ese vacío el que ansiaba Zoe en aquel instante. Tendida en la cama que representaba casi todo el mobiliario existente en la habitación, y con la cabeza sobre el pecho de su amante ocasional, buscaba un barrido interior que limpiara su alma necesitada de afecto. Aquel chico le gustaba, apenas le conocía pero le gustaba, y permanecía desnuda a la espera de una señal que le indicara el momento de dar un paso hacia un “por qué no?” que le abriera una nueva oportunidad.


Él, despreocupado, disfrutaba de la sensación de sentir el aliento cálido de Zoe en su pecho. En silencio recorría con el dedo la curva de la cadera de ella abstraído en un dibujo que no aseguraba final alguno. Rompió aquel frágil equilibrio abriendo la cajetilla de tabaco que había en la única mesita de noche y encendiendo un cigarrillo, con lo que se inundó la habitación de humo. Cuando Zoe notó aquel olor dijo en un tono amigable, buscando complicidad en su acompañante:


* Nunca he entendido el que la gente fume después del sexo
* No sé… yo la verdad apenas fumo dos o tres al día. Ya sabes, después de las comidas – una risa abierta y una larga calada siguieron al chistoso comentario.
* A mí, la verdad, nunca me ha parecido momento para fumar, creo que el tabaco o cualquier distracción deben quedar al margen en ciertas ocasiones –el comentario no le había hecho gracia pero prefirió pasarlo por alto.


Tras dedicar a Zoe una mirada cargada de escepticismo que ella no pudo ver, finalmente dijo después de otra nueva ración de nicotina:

* Vaya… cualquiera lo diría después de la cajetilla que debiste haber fumado ayer por la noche – esto último lo dijo con una ironía que no fue capaz de frenar.
* Solo digo que es un momento para disfrutar de la compañía, el tabaco enrarece el ambiente. El hecho de ser yo una fumadora empedernida debería dejar claro lo convencida que estoy de lo que digo – en esto último no reprimió el tono reprobatorio, ya todo estaba perdido.


El silencio y el humo dominaron la estancia los siguientes minutos, cada uno esperando que haría el otro a continuación. Esta situación incómoda la rompió él encendiendo otro cigarrillo, a lo que ella respondió levantándose y anunciando que ahora se daría una ducha, en lo que solía tardar unos quince minutos.


Al volver del baño Zoe comprobó que, como esperaba, él se había ido. Dejó como únicos testigos de su efímero paso por la vida de Zoe un par de colillas en el vaso que usó como cenicero. Tras abrir la ventana y airear las sábanas tomó la firme decisión de sustituir en su mente el “por qué no?” por un rotundo “para qué?”, siendo su primera decisión en firme dejar el tabaco definitivamente.

lunes, 10 de diciembre de 2018

Batalla en el cielo (Marcos de Manuel)

 A Zoe siempre le ha gustado observar el cielo. Todas las mañanas después de levantarse de la cama, si las circunstancias lo permiten, se pega a la ventana más cercana y observa el cielo durante un largo rato. Como cuando era niña, a pesar de haber cumplido los cuarenta hace ya varios años, desea que llueva con todas sus fuerzas aunque no haya nubes que lo sugieran. Lo único que logra calmarla y distraerla del cielo es levantarse temprano y observar el rocío, al despuntar el día, sobre el prado que se extiende a los pies de su casa. Pese a vivir en el campo, y haber crecido con una conciencia de agua positiva, ella va más allá de lo puramente práctico; siempre a contracorriente piensa en el mundo como un lienzo en el que la lluvia es el oleo que lo llena de colores vivos y alegres; “por eso el cielo es gris cuando llueve”, suele pensar ella, “todos los colores van cargados en las gotas de lluvia”. Cuando llueve, Zoe sale a la calle ansiosa de alegría, apasionada y dispuesta a descubrir los nuevos colores que la lluvia va dejando en el mundo que ayer había visitado.

A pesar de todos los chubascos, chaparrones, lloviznas o aguaceros que ha disfrutado nunca había visto un arco iris hasta aquella mañana. Aún medio dormida por haber trasnochado el día anterior, y siendo las once de la mañana de un verano de tiempo agitado, se levanta dirigiéndose a la ventana como cada mañana. A cada paso que da descubre al sol haciéndose más fuerte en lo que parecía un cielo encapotado. A medio camino ya entre la decepción y la tristeza, llega a asomarse a la ventana para confirmar que el cielo se está abriendo. A pesar de las últimas gotas de lluvia, que aún se atreven a desafiar los rayos del sol, se ha perdido lo que seguro fue una gran batalla de colores en el suelo.
Fue entonces cuando vio aquel maravilloso arco de colores, definido como pocas veces se ha visto, que abarcaba por completo el horizonte. Una cascada en la que luz y vida se confundían eternas. Zoe comprendió, después de la primera impresión de sorpresiva fascinación, que en aquella ocasión el combate no se había llevado a cabo en la tierra renovando sus viejos colores. Se había producido en el cielo dejando un campo de batalla maravilloso a sus ojos.

Desde aquel día no hace otra cosa que esperar otra batalla en el cielo. Ni la más virulenta tempestad puede ahora hacerla sonreír. Tampoco se levanta ya a admirar el rocío. El primer arco iris de su vida llegó con cuarenta años de retraso y tal vez tenga que esperar otros cuarenta por el siguiente. Comprende que la tristeza dominará su vida hasta entonces, pero también que el deseo de volver a ver aquel espectáculo hacen de la desgracia esperanza y del camino sueño.

martes, 4 de diciembre de 2018

Invisible (Marcos de Manuel)

En su casa no se podía encontrar ni el primer espejo. Las únicas fotografías que había eran con Zoe detrás de la cámara, nunca delante, pues sería inútil el intentar que la luz se reflejara en su cuerpo. Su invisibilidad le resultaba práctica, cómoda e incluso divertida. En las noches de verano solía salir a la calle desnuda y gastar bromas a transeúntes y clientes de bares. Entre sus travesuras más recurrentes estaba la de cambiar vasos de sitio y sentarse después a ver las consecuencias. También deslizar sus largas y transparentes manos por la piel de jóvenes chicos, llegando a zonas que por pudor no voy a enumerar. Esto provocó más de un puñetazo a los hombres colindantes y discusiones que sólo llegaban a solucionarse bajo el control policial. Debo decir que también de estos episodios ha surgido más de una pareja, incluso matrimonios.

No a todo el mundo le resultaba completamente traslúcida. Había un número reducido de personas, se podrían contar con los dedos de la mano (aunque no de las de Zoe), que llegando a conocerla a través de la palabra, eran capaces de apreciar algunos de sus rasgos y, aunque podría parecer mucho más aterrador, a ellos les infundía confianza y seguridad poder mirarle a los ojos. A ella también le agradaba conversar con alguien que pudiera verle y así descansar de su monótona vida. Ya se había acostumbrado a la vida con la gente visible. No tenía trabajo pues con respecto al dinero, dada su condición privilegiada, no le faltaban métodos y recursos para conseguirlo.

Debido a que en sus trastadas se repetían las peleas con cierta frecuencia, desarrolló una agilidad sorprendente (en caso que alguien pudiera verla) para esquivar empujones a otros o incluso objetos lanzados a modo de armas arrojadizas que desviados se encaminaban hacia ella.

En una ocasión en la que una gresca de más de quince personas, empezada por un televisor que se apagaba con demasiada independencia y despropósito, se volvía más violenta por momentos, decidió huir sin esperar el desenlace. Iba riéndose de su última aventura cuando vio a lo lejos, no sin asombro, que un hombre completamente desnudo iba moviendo un paraguas evitando que su dueño lo cogiera, imitando a un viento inexistente. Su primera reacción al ver un igual fue de alegría, podría conocer a alguien como ella, con sus problemas y preocupaciones, intercambiar experiencias: “tal vez él también se alegre de encontrar a alguien como yo, podríamos hacer infinidad de cosas los dos juntos”. Pensando que tendría sus mismas dificultades en la vida llegó a la conclusión de que también sus manías serían las mismas, y Zoe estaba demasiado acostumbrada a la gente vestida. Decidió que no quería conocer a nadie invisible, y cabizbaja se fue a su casa sin espejos concienciada de no volver nunca más a este barrio, donde parecía haber gente demasiado extraña.

lunes, 26 de noviembre de 2018

“Chocolatinas” (Marcos de Manuel)

A pesar de las horribles pesadillas que le auguró su madre, Zoe se comió las dos últimas chocolatinas antes de irse a la cama. Justo después de cepillarse los dientes, se puso el pijama y, tras una última sonrisa al poster del cantante de moda que colgaba encima de la cabecera de su cama, se dispuso a acostarse esperando una nueva jornada de vacaciones estivales al día siguiente. Los primeros retortijones en absoluto asustaron a Zoe, pero sí le crearon cierta desazón que le impedía conciliar el sueño. Aquella intranquilidad física no hizo más que acrecentarse cuando las sombras de la habitación comenzaron a mostrarse amenazantes, cargadas por la tenue luz de una Luna de verano que se colaba indiscreta por la ventana de la habitación. Creaban figuras que parecían moverse arrinconándola en la habitación, acrecentándose todo por el malestar que le creaba un estómago que parecía no querer dejar de quejarse.
“Ya no soy una niña, tengo nueve años y medio, casi diez” y “dos cifras, eso es, dos cifras” eran las frases que Zoe no dejaba de repetirse para tratar de calmarse. Aparte de esto último, su único remedio había sido meterse completamente debajo de las sábanas, porque aún no representando una defensa efectiva en caso de que aquellos terroríficos monstruos decidieran atacarle, sí que evitaba que los viera.
Si aquellas criaturas, que en realidad no eran más que sombras desafortunadas, hubiesen mirado hacia la cama no verían más que una crisálida de tela que albergaba a una pequeña mariposa aterrada. Lo que no podrían ver es a una niña asustada que en aquel instante estaba a punto de dormir de puro agotamiento, siendo este estado en el que la imaginación se libera para engañarnos con mayor efectividad, vagando entre la realidad y la ficción. Al quedarse dormida el dolor físico no tuvo más remedio que desaparecer de su consciente, decidiendo transformarse en pesadilla y tomar la forma de una polilla de dimensiones gigantescas que generaba un ruido ensordecedor. Dicha escena inspiraba en la niña un terror descomunal, completamente irracional, que le paralizaba los músculos sin dar tregua. Ante esto Zoe despertó de un salto coincidiendo con un dolor de tripa que parecía querer compensar todo el tiempo que había estado durmiendo.
Casi como un acto reflejo encendió la luz, aún medio aturdida, descubriendo que los monstruos que le habían asustado se habían marchado. A pesar de esto corrió directa a la habitación de sus padres pues no podía arriesgarse a que volvieran de nuevo aquellas criaturas, y subiéndose a la cama desde los pies de ésta se metió entre sus padres abrazándose a su madre. Finalmente se tranquilizó pensando que al fin y al cabo ella aún no tenía edad de dos cifras, pero que cada uno de sus padres sí que la tenían, sumando entre los dos cuatro cifras, por lo que el miedo acabó desapareciendo completamente. Una vez el estómago había hecho su trabajo se quedó profundamente dormida repitiéndose una frase: “Seguro que con ellos no se atreverán”.

lunes, 19 de noviembre de 2018

“Las vidas de Zoe” (Marcos de Manuel)

A los ojos del mundo Zoe tenía treintaidós años de edad, pero ella siempre había sentido su existencia como una amalgama de vidas distintas con sus pequeñas muertes incluidas.

La primera de ellas abarca desde su nacimiento hasta que vino al mundo su único hijo. Fue la muerte más dulce que haya podido imaginar; un final con sonrisa en los labios. Había tenido una infancia feliz. Desde que finalizó su adolescencia había sentido la necesidad de ser madre; tenía la sensación de haber nacido para ello. Por lo que, en cuanto tuvo ocasión y seleccionó al hombre adecuado, encaminó su vida hacia la maternidad. Desde que despertó su instinto maternal sabía que sería madre soltera; no quería a alguien con el que tener que compartir la alegría que le aguardaba. Es por ello que la elección del candidato a padre perfecto fue una fría comparación de cualidades físicas y psíquicas entre varios pretendientes. Sin sentimientos que pudieran hacerle escoger a un espécimen que no fuera el adecuado.

Su segunda vida comenzó con el milagro de ser madre. Una vida plena que compartió casi absolutamente con su hijo. Fue una madre comprensiva y firme cuando tenía que serlo. Amable y amante de su hijo, lo acompañó alentando sus sueños y animándolo en sus fracasos. Le habló de su primera vida, de cómo ella nació también junto a él, de las dos infancias entrelazándose cada día y aprendiendo juntas a dar sus primeros pasos. Zoe era feliz en aquella vida, en aquella piel de madre. Una vida que se prometía larga y radiante, colmada de alegrías.

Hoy hace un año que comenzó su tercera vida con la muerte de su hijo y su sonrisa, en un trágico accidente. Aún no asume su nueva vida; como un recién nacido, no tiene conciencia del tiempo ni del espacio, sólo vaga por el mundo como un espíritu perdido en las sombras. Su única esperanza es la cuarta vida que de seguro le aguarda con su propia muerte. Ansía el final de su tercera vida y de aquella de treintaidós años que para los ajenos aún continúa.

Pese a la desgracia de saberse muerta en vida un atisbo de esperanza parece resurgir en su mente.

Recordando lo que le decía a su hijo, se dice convencida que hasta llegar al lecho de muerte una vida no acaba. Si alguien lo sabe es ella. Ha nacido y muerto en varias ocasiones y de seguro otras vidas le aguardan al final de esta tercera. Con la decisión de nacer de nuevo con su segundo hijo, sale en busca de algún hombre sano, inteligente y divertido que la mate para poder resucitar dentro de nueve meses.

martes, 13 de noviembre de 2018

PREPOSICIONES (Úrsula Duarte)

A las siempre y pico pasadas
Ante tu deseo y mi nula compostura
Bajo mi vestido azul denim
Cabe mucha imaginación y ninguna costura
Con ganas de (im)presionarme
Contra la pared y tú
De recorrer el corto camino
Desde mi rodilla sin llegar a la cintura.
En vertical todo recto
Entre tus manos, mis labios
Hacia la puta locura
Para…
Por dios, para, para, para…
Según
Sí, sigue, sí… no, para
que llego al final de tus intenciones
y no termino…
las preposiciones.

lunes, 5 de noviembre de 2018

ANTOLOXÍA POÉTICA PARA ADOLESCENTES. RECONTANDO. De como os contos teñen moito conto (Darío Novas)

PARTE I : DO FEMININO


1
Curso básico de vasoira
As vasoiras según e como
En vertical
se queres ser Cincenta
En horizontal e a carranchapernas
teñen mala prensa
pero permítenche voar
Se non arriscas non che saen ás


2
A bela insomne
Tomo demasiado café
para ser princesa
Imposible durmir
e agardar cen anos a que me salven

3
As raiñas do TikTok
As raiñas do TikTok
bailan frenéticamente
diante do espello
ofrecendo bicos e embigos
Espelliño, espelliño
quen é a máis fermosa da rede ?


4
Os lobos
E nós confiando
en canto hai de sólido
Alguén esqueceu dicirnos
que os lobos son quen
de derrrubar as casas de ladrillo
cando van en manada


5
Selfie
Devota da pedicura
Rebento armarios
Destapo embigos
Anuncio lentes
Bailo o son que me ditan
Presa das tendencias
Atea nas crenzas
Que será o seguinte
probar zapatiños de cristal ?


6
Conto de medo ou de como o lobo cambia de táctica
Estás en liña
E non contestasss
Díxolle o lobo a Carrapuchiña
Contesta xa!
Contesta
Contesta
(….) omitimos o insulto


7
Finais felices
Picarse no fuso da roca
ata que abrolle o sangue
mentres o príncipe sae ileso
E todo para que o conto
teña un final feliz

miércoles, 31 de octubre de 2018

SENSACIONES (Javier de la Iglesia)

¡Frío! Siento frío. Mucho frío. De repente la temperatura baja. Siento los músculos cristalizar.

¡Silencio! Todo es silencio. El fluir de mi cuerpo se espesa en una profunda oscuridad.

¡Siento claustrofobia! El espacio parece reducirse demasiado. Nada se mueve. Lo único que parece agitarse es la sensación de frio que me envuelve como una gasa blanca que tiñe mi piel.
Los párpados hacen esfuerzos estériles.

¡Reposo! Todo está demasiado tranquilo ¡Fríamente tranquilo! Una niebla helada parece estar envolviéndome.

Los minutos pasan muy lentos. Todo se ralentiza. ¡Demasiada pasividad!

Todo cambia. Llega el calor. Se acerca poco a poco, contrarrestando mis sensaciones. ¡Aumenta! ¡Aumenta demasiado! El silencio se ve roto por las llamas vivas dentro de aquella pasiva oscuridad. Me siento volatilizar.

¡Ligero! Me siento ligero. El peso me abandona.
Nuevamente la temperatura vuelve a bajar. No tanto como antes. Ahora parece no haber niebla dentro de esta oscuridad.

¡Agobio! Vuelvo a sentirme en un espacio pequeño. Hermético. Y todo vuelve a ser pasivo. La tranquilidad excesiva reaparece. Lo único que se mueve el silencio.

¡Brisa! Siento el aire que me acaricia. Una mano entra en mi y….¡¡libertad!! Siento una libertad infinita mientras vuelo por el aire. Ligero, disperso. Oyendo el sonido del mar. Y sigo volando dejando partes de mi posarse en diferentes lugares a la vez. ¡La sensación de paz y libertad es tan placentera!

¡Libre! ¡Siempre libre! Nunca había imaginado que mis cenizas experimentaran tan placentera libertad.



lunes, 15 de octubre de 2018

O MEDO (Darío Novas)

Cedo de máis
o día está por vir
chían paxaros coas ás de sarrio
Riscas un boleto
na barra do bar de sempre
Votas un grolo sen présa
Non hai azucre no mundo
que quite este amargor

Saes a rúa
machigando pensamentos
Desafiuzar
é un infinitivo complexo
feito de fariña de entullo
e se o debullas
esfarélase entre as mans
o des-acougo
a des-esperanza
Non topas fío do que turrar
para ser de novo un home
porque hoxe
sénteste monicreque

Apuras o paso cara a ningures
O teu mundo non ten teito
Arrefríache o corpo por dentro
e premes as lapelas
nun xesto absurdo

U-la valentía?
U-lo valor?
cando se teñen os petos baldeiros
cheos de medo
e se matina
en que se cadra
nunca se terminan de pagar
os prazos dunha vida

PROMOCIÓN DE LIBROS (María Jesús Iglesias)

Como xa sabedes entre os nosos compoñentes contamos coa denominada "Christian Grey" galega. Aquí vos deixo unha mostra da súa obra.
Es se queredes quentar este outono que xa  comeza arrefirar, xa o sabedes, atrevédevos cun dos seus libros. ;)

FUERA DE JUEGO.
El desahogo de Alba después de aquel partido, en el que había insultado al árbitro a placer, no tenía comparación con la vergüenza que empezaba a sentir y más cuando descubrió que David sería el nuevo técnico de prevención de riesgos y abogado de la asesoría en la que ella trabaja en Santiago de Compostela. Lo que está claro es que él no ha llegado en son de paz precisamente, cuando ha comprobado que era la misma niñata del campo de fútbol.
Este hombre es un ligón empedernido que no está dispuesto a atarse a nadie, aunque las cosas siempre pueden cambiar si te encuentras con alguien más terco que tú, dispuesto a fastidiar lo que sea necesario.
Después de numerosas discusiones por temas de trabajo, que han llevado a su jefe a preocuparse por su relación, este los enviará a Suiza en un viaje de negocios, allí quizás él le cuente ese secreto que tanto lo atormenta y por lo que muchos de sus amigos le han dado la espalda, y hace que por veces tenga ese humor de perros. También podrás descubrir lo bonito que es este país y su sabrosa gastronomía, así como la vida de los numerosos emigrantes que allí viven. Si te intriga su historia también descubrirás con ellos esos amaneceres que tanto le gustan a David y por qué ha aprendido a valorar tanto esas pequeñas cosas que nos da la vida.
Y ese local que es frecuentado por Yago el fiscal y Valeria la policía. Todos hablan de él y nadie sabe quiénes son los dueños, otra grata sorpresa.
En este libro descubrirás los amoríos de los protagonistas y sus amigos, un caso de acoso escolar y otro de violencia de género por parte de la compañera de trabajo de Alba, así como bonitos amaneceres que dan nombre a esta saga

EL IMBÉCIL DE MI HERMANASTRO
El amor es muy caprichoso, y por mucho que escapemos de algunas personas, si tiene que ser, será.
Andrés es la nueva pareja de mi madre, un hombre como Dios manda, el sueño de cualquier mujer, al menos eso ha dicho ella y no se ha equivocado.
Él me había contado cómo era su hijo, porque tenía un sexto sentido y ya veía cosas que nosotros solo nos tomamos como un juego. Óscar como mujeriego y ligón no tenía competencia, eso era de dominio público, su padre me advirtió que me anduviese con mucho cuidado con él, pues sabía que yo no era de esa clase de chicas que él buscaba. Pero a mí también me gustó jugar a “calentarnos mutuamente” con palabras, roces y algunos besos de los considerados de “amigos”.
Porque él es guapo y la tentación fue enorme, como para no caer en ella. Pero a la vez se convirtió en un poco imbécil, porque de llevarnos muy bien pasamos al término de que mi hermanísimo empezó a amargarme la vida y ese Óscar educado, adulador, elegante, siempre con esa sonrisa y la palabra adecuada, muy bueno en su trabajo como abogado, y en muchas otras cosas que podéis imaginaros. Pasó a convertirse en el mismísimo demonio escapado del infierno, sacando de quicio a toda la familia.
A él se le vino grande lo de tener dos hermanas así de repente, con Catia se llevaba genial, porque ella estaba con Lucas y no le llamó la atención, pero conmigo pronto cambió la cosa, yo le hice la puñeta “inconscientemente” en dos ocasiones y la pelota vino de rebote. Porque el niño estaba acostumbrado a ser el ojito derecho del abuelo Fernando y al viejo lo de que su hijo rehiciese su vida tras quedarse viudo, no le gustó mucho, y a Óscar tampoco. Que otra mujer ocupase el sito de su madre, lo entusiasmaba e indignaba a partes iguales.
Lo que más odiaba, era tener que soportar las bromas que los chicos de la fábrica de conservas, esa de la que su padre era propietario en Villagarcía de Arosa, o lo bien que me llevaba con sus amigos de esa localidad. Y menos cómo su padre me trataba igual que si fuese su verdadera hija.
A este hombre lo de compartir “no le mola”, aunque otras cosas sí que las había compartido, como por ejemplo, mujeres en el Dragón de Oro, porque esas eran un número más sin importancia. Su comportamiento imbécil y gilipollas empezó cuando vio que yo podía gustarle a otros hombres y lo demostró amargándole la vida a su padre, abuelo y a mí, haciendo que nuestros enfados afectasen a toda la familia.
La cosa fue a peor, cuando Andrés nos mando a los dos a esa feria de Alimentación a Nápoles. Óscar no se cortó un pelo en demostrar su fastidio con mi presencia y eso me dolió un huevo. Él sabía lo que podía pasar con Enzo Romano y Piero Mancini, en esas fiestas a las que teníamos que acudir, ya que estos dos empresarios italianos, eran el mismo tipo de hombre que era él y mi hermanastro seguía sin querer compartir nada que “le perteneciese”.
Si queréis reíros con nuestras discusiones, que nos han llevado hasta el límite en numerosas ocasiones, porque la paciencia que he tenido con él se merece un premio, este libro puede alegraros el dí

lunes, 8 de octubre de 2018

Mexericas (Darío Novas)

Foi cara o alpendre e alí rastrexou con desinterese, como querendo facer tempo, na procura do cumprimento obrigado das ordes dun superior. Os nenos están para eso. Para obedecer. Máis non sempre. Hai circunstancias excepcionais que nos obrigan a tomar decisión en contra da orde establecida.
Sentiu remorsos pola súa fuxida, pero o medo anubráballe o siso. Ela viña dunha raza de mulleres valentes, afoutas, que lle facían fronte á vida. Anoxáballe agocharse coma un ratiño asustado nun recuncho.
O gume afiado da machada, a determinación nos ollos da executora, as mangas refucidas, os baldes cheos de auga fervendo e a encomenda que a avoa pronunciou dirixíndose a ela:
- Vai buscar unha vasoira vella o cuberto para limpar o sangue.
Foi oilo, e meu dito, meu feito. Votou a correr ás alancadas levada do demo cara ao vello alpendre. Alí matinou na procura dunha saída. Limpou a suor da fronte. A calor era abafante. Intentou adiar o desenlace. Ir para a eira cando xa todo estivera rematatado e só quedara ese cheiro acedo e graxo da morte, vernizando o luído lousado de pedra. Sentou no chan abatida pola indecisión e a temperatura e co siso entanguecido polo rastro vermello e estarrecedor. Sen querer adurmiñou.
Logo da soneca, deluvou os ollos preguizosa ao tempo que escoitou a voz condescendente e agarimosa da avoa, mentres lle premía un brazo para axudarlle a levantarse:
- Anda mexericas, esperta, mira que terlle medo os polos.

lunes, 1 de octubre de 2018

XIV (Sindo Villamayor)


Neste mediodía
Nas costas das follas
Seco
Visitei o cadáver vello de Lidia

Envolto cara min na madeira
Veume á boca
Un sabor erótico
Do seu padal selado
Das súas costas.

Deitado

Dos enormes dentes apodrecidos
Veume entre os húmidos xuncos verdes
O sabor morto do seu seco sexo.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

¿Esto es todo? (Noela Martino Brea)

¿Esto es todo? ¿Todo lo que había buscado?

Segundos, minutos, horas, días, meses, años de mi vida invertidos y...¿es esto?

Tus ojos no me miran, sólo dejan que las lágrimas se deslicen silenciosas. El silencio lo inunda todo.
Yo aquí, tú a mi lado y toda esa gente alrededor. En silencio también.

Lo noto. Lo noto y tengo miedo, ¿es esto normal?

Me cuesta respirar, me cuesta pensar con claridad. Ya no hay palabras que valgan, ni miradas, ni todos los momentos buenos o malos que vivimos. Dime, ¿esto es todo?

Ya no hay tiempo para arrepentimientos ni para volver atrás. Sólo se acabó.

Parece que quieres decir algo y sin embargo callas. Callas por todas las veces que debiste hacerlo y no lo hiciste, y me miras e intentas tocarme. Pero ya es tarde.

No te siento, sólo siento frío y la oscuridad me abraza porque sin ti ya no habrá calor, ni alegría, ni nada.

Yo en cambio te lo di todo; mi cuerpo, mi alma, mi mente y tú ahora te quieres ir. Pues, lo siento, pero no es así.

Me levanto, el  café está frío, como nosotros.

Te sonrío, ya no hay rencor.

Saco el revolver y todo sucede en un microsegundo. Al pasar ya no estás.

Noto manos que me derriban y al caer al suelo mi boca se inunda del sabor metálico de tu sangre.

Así que sí, esto es todo, al menos para mí.

lunes, 24 de septiembre de 2018

AMADO VERDUGO (Javier de la Iglesia)


Parecía haber un muelle bajo mi ser. Mis pies se levantaban en un maravilloso y perfecto salto al compás de las notas que la orquesta reproducía, con los acordes exactos que marcaban mi entrada en el escenario. Me hallaba en el aire, cada músculo de mi cuerpo se ponía en movimiento para que el baile fuese perfecto. Mis brazos se extendían y se movían acompasados a la melodía, simulando el revuelo de las alas del cisne blanco que el prestigioso coreógrafo exigía en aquella peculiar versión de El lago de los cisnes en el que me habían asignado el papel protagonista.

El ballet lo había sido todo en mi vida desde bien pequeño. Mientras bailaba parecía estar en otra dimensión donde todo era relajación para mí. Mi cuerpo expresaba toda mi alegría en cada movimiento enlazando los pasos adecuados para culminar la coreografía perfecta. Y allí estaba, solo en el escenario de la noche del estreno, en el aire, exhalando la mayor bocanada de oxígeno que hacia expresar la felicidad que no cabía dentro de mí. Un revoloteo con mis brazos y mi pie derecho volvía a tocar el suelo para seguirlo el izquierdo. Entre los dos y el resto de mi cuerpo, que se movían entre el decorado del escenario dejándome llevar por mi pasión, encadenaban todos los movimientos que me hacían feliz e iban hilvanando la historia contada a través del baile. A través de mi figura. Todo mi ser se elevaba, disfrutando de la coreografía. Vueltas, saltos, los movimientos perfectos de pies y brazos y las posturas correctas de mi cuerpo se dejaban llevar por la música. Disfrutaba de cada movimiento dejándome mecer por aquel montón de notas bien hiladas que conformaban la melodía. Me sentía totalmente libre en aquel escenario, con mi música de fondo. Mi complexión fluía de manera rápida y relajada mientras mis compañeros entraban en escena. Los siento pasar por mi lado bailando, todos acompasados y se oyen aplausos espontáneos del público. Me notaba estar flotando en el mismísimo jardín placentero del Edén.
Lo que sentía cuando bailaba no lo sabía expresar con palabras. Adoraba la libertad de mi cuerpo, los movimientos de éste. Ensayos y más ensayos en mi vida se sucedían de manera continua. Unos en la academia y otros al llegar a casa porque para mí bailar no suponía un esfuerzo. Era la vía de escape a mis problemas. Sentir la vigorosidad y la movilidad de todos los músculos que formaban parte de mi constitución corporal era la mejor sensación que notaba dentro de mí. Comparable al sexo. A menudo mi coreógrafo decía que cuando yo bailaba parecía estar haciendo el amor con la melodía. Y así me sentía, mimado por la música, y yo la compensaba proporcionándole toda la expresión de vida a través de los movimientos perfectos de mi cuerpo.

Y seguía la actuación de aquella noche de estreno. El teatro estaba abarrotado de gente que había venido a vernos bailar y yo era el centro de la coreografía. El cisne protagonista. Todo estaba saliendo a la perfección y yo nunca me había sentido tan completo y lleno de felicidad bailando. La sangre fluía de forma especial por mis venas aportándome una vigorosidad que nunca antes había experimentado. La alegría hacia que me volviese eufóricamente temerario y me entregase como nunca antes sintiendo miles de sensaciones y emociones que parecía que ni existían para mi hasta aquel maravilloso instante.

El momento culmen se acercaba. Todos mis compañeros se preparaban para ayudarme. La música se alzaba de manera espectacular para el gran instante de la obra, segundos que yo coronaria con mi orgásmico salto dando paso a lo que iba a ser el clímax de la coreografía. Las notas se daban paso unas a otras al igual que hacia mis pies. Y ahí estaba, el acorde exacto en que debía dar al mundo lo mejor de mí. Con la ayuda de los demás bailarines me alcé en el aire como nunca antes, entrecerrando los ojos, soltando un jadeo de satisfacción. Mis piernas se separaban con la apertura perfecta y mis brazos volvían a moverse imitando el perfecto y sinuoso aleteo de las alas del rey de los lagos. Y cuando mi suspiro termino de salir de mis pulmones un pequeño desequilibrio en los movimientos hizo que el clímax se viniera abajo. Entonces llegaba ese maldito instante rotamente oscuro de todas las noches que lo cambiaba todo para siempre.
Mis ojos se separaron lentamente legañosos y la luz de una nueva mañana entraba en mis córneas, postrado como todos los días en mi cama esperando que el enfermero me preguntara como había pasado la noche. Esa mañana no estaba aún en la habitación. En frente de la cama había una foto mía en el ballet que me recordaba mi vida pasada, esa vida que amaba, con la que soñaba todas las noches después de aquel maldito accidente que me había dejado postrado en la cama de por vida y con el único aliciente de sentarme en aquella maldita silla de ruedas monitorizada que me llevaba de un lado a otro conducida por mi boca. Todas las mañanas vivía la misma tortura: despertar después del mismo sueño que había sido real la noche en la que, bailando, me había desequilibrado y había caído en el escenario dañándome irremediablemente la médula espinal. Era irónico. Mi más amada afición había sido mi más perfecto verdugo. Nunca hubiera esperado eso del baile.
Todos los músculos que antaño se movían fluidamente ahora me dolían a pesar de no poder moverlos, pero me dolían aún más la falta de movilidad y de intimidad. Lo único que se movía en mi cuerpo eran las lágrimas que me tenía que secar mi enfermero cada vez que la melancolía me hacía recordar lo que había sido una feliz y maravillosa vida pasada. Una vida que contrastaba con la inconformista e indeseada existencia actual.
Toda la rutina empezaría en breves momentos. Tres segundos para que pasase lo mismo de todos los días. Tres, dos, uno…… la puerta de la habitación se abrió:
- Buenos días. ¿Qué tal pasaste la noche cisne? – me preguntó el amable y atento enfermero entrando en el cuarto.

Y a partir de ahí los mismo de cada jornada. Esperar a que pasasen las horas y llegase a la noche para volver a volar oníricamente sintiendo los únicos instantes de felicidad mientras soñaba con lo que había sido y ahora no es, una vida la cual realmente se rompía cada mañana al abrir los ojos.



Javier de la Iglesia

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