lunes, 10 de diciembre de 2018

Batalla en el cielo (Marcos de Manuel)

 A Zoe siempre le ha gustado observar el cielo. Todas las mañanas después de levantarse de la cama, si las circunstancias lo permiten, se pega a la ventana más cercana y observa el cielo durante un largo rato. Como cuando era niña, a pesar de haber cumplido los cuarenta hace ya varios años, desea que llueva con todas sus fuerzas aunque no haya nubes que lo sugieran. Lo único que logra calmarla y distraerla del cielo es levantarse temprano y observar el rocío, al despuntar el día, sobre el prado que se extiende a los pies de su casa. Pese a vivir en el campo, y haber crecido con una conciencia de agua positiva, ella va más allá de lo puramente práctico; siempre a contracorriente piensa en el mundo como un lienzo en el que la lluvia es el oleo que lo llena de colores vivos y alegres; “por eso el cielo es gris cuando llueve”, suele pensar ella, “todos los colores van cargados en las gotas de lluvia”. Cuando llueve, Zoe sale a la calle ansiosa de alegría, apasionada y dispuesta a descubrir los nuevos colores que la lluvia va dejando en el mundo que ayer había visitado.

A pesar de todos los chubascos, chaparrones, lloviznas o aguaceros que ha disfrutado nunca había visto un arco iris hasta aquella mañana. Aún medio dormida por haber trasnochado el día anterior, y siendo las once de la mañana de un verano de tiempo agitado, se levanta dirigiéndose a la ventana como cada mañana. A cada paso que da descubre al sol haciéndose más fuerte en lo que parecía un cielo encapotado. A medio camino ya entre la decepción y la tristeza, llega a asomarse a la ventana para confirmar que el cielo se está abriendo. A pesar de las últimas gotas de lluvia, que aún se atreven a desafiar los rayos del sol, se ha perdido lo que seguro fue una gran batalla de colores en el suelo.
Fue entonces cuando vio aquel maravilloso arco de colores, definido como pocas veces se ha visto, que abarcaba por completo el horizonte. Una cascada en la que luz y vida se confundían eternas. Zoe comprendió, después de la primera impresión de sorpresiva fascinación, que en aquella ocasión el combate no se había llevado a cabo en la tierra renovando sus viejos colores. Se había producido en el cielo dejando un campo de batalla maravilloso a sus ojos.

Desde aquel día no hace otra cosa que esperar otra batalla en el cielo. Ni la más virulenta tempestad puede ahora hacerla sonreír. Tampoco se levanta ya a admirar el rocío. El primer arco iris de su vida llegó con cuarenta años de retraso y tal vez tenga que esperar otros cuarenta por el siguiente. Comprende que la tristeza dominará su vida hasta entonces, pero también que el deseo de volver a ver aquel espectáculo hacen de la desgracia esperanza y del camino sueño.

3 comentarios:

  1. Ooo que bonito este relato .������
    Javier de la Iglesia

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  2. Gracias por vuestras palabras. He de decir que Batalla en el Cielo fue el primer microrelato de la serie. Aquí nace Zoe.

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