lunes, 24 de diciembre de 2018

Fotografías (Marcos de Manuel)

Zoe se despertó, después de un largo sueño, a las nueve de la mañana. Pese a no trabajar en domingo decidió no volver a la cama, sentía que hoy no podía desperdiciar el tiempo durmiendo. Su única meta, hasta el momento, era preparar café y darse una larga ducha que le reconfortara en este inicio del día. Con el albornoz por la cintura y en la intimidad que da el vivir en el campo, se sirvió un café y decidió tomarlo al lado de la ventana, observando el frío que seguro hacía fuera, y cómo el hielo, que de noche se había apoderado de las hojas casi vencidas, iba cediendo ante un sol que ya dominaba el cielo. Así dejó que pasara el tiempo, a salvo en su refugio interno, en la seguridad de lo predecible que era el instante inmediato.


Yo me desperté, después de una noche de cine y hachís, también de un largo sueño, sobre las once de la mañana. A gusto por el día de descanso que me aguardaba junto a Zoe, me tomé una ducha rápida impaciente por saberme a su lado. Al entrar en el salón la vi con la espalda desnuda y el pelo recogido, sus labios besaban un tazón de café humeante. Una imagen que borró cientos en mi memoria. La luz tenue de la mañana reflejaba en su rostro un dorado que seguro imitaba al amanecer de esa jornada, rememorándolo para nosotros. Sus ojos verdes iluminaban a su vez el día, derritiendo la escarcha que veía imposible resistir ante aquella imagen y condenándola a desear otra fría noche. Un acto reflejo me llevó a coger la cámara para tratar de inmortalizar ese torso desnudo, algo que de antemano se me presentaba inalcanzable.


* Por favor, no te muevas, déjame memorizarte un segundo más.
* No seas tonto, ¿qué haces? –no pudo decir otra cosa, un sentimiento entre el halago y la vergüenza no le dejó. Fue entonces cuando oyó un disparo fotográfico y se volvió hacia mí con una sonrisa que marcaría mi vida para siempre.


Después de aquello no tuvimos más remedio que amarnos durante todo aquel invierno, los días pasaron veloces y cansados. Hoy, ya olvidado el amor que hubo antes de aquella fotografía, seguimos un camino de frágiles besos que el futuro no tardará en prohibirnos, yo desarmado por aquella imagen y ella enganchada al amor que respiró aquella mañana.

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