lunes, 10 de junio de 2019

Segundas oportunidades (Yolanda López)

Desde la ventana de mi habitación lo veía aparcar el coche cada anochecer.

Mi mirada distraída giraba al son de su volante sin pedirme permiso. El movimiento me mecía a derecha e izquierda con la delicada levedad de una brisa estival. Los ojos me atravesaban el pensamiento hechizándolo mientras lo imaginaba regresando de lugares mágicos, donde yo no había estado nunca.

Al verle descender del coche, me fijaba en sus manos firmes y fuertes. Le aportaban la seguridad de un hombre que no tenía miedo. Sus gafas escondían, a mi entender, la mirada altiva de alguien que había recorrido parte del mundo y le coronaban esa gran sonrisa que relucía enmarcada en un rostro dulce y sereno.

Nunca lo confesé en voz alta. Y aunque tengo dudas de si era consciente entonces, ahora puedo confirmar que sí. Él fue mi héroe infantil.

Las historias no escritas de sus hazañas eran el centro de las conversaciones en las reuniones en las que yo estaba presente. Siempre había un olvidadizo, un extranjero divertido o un excéntrico personaje protagonista de sus aventuras automovilísticas que le hacían ser el centro de atención. Sólo había que tirarle un poco de la lengua. Darle espacio para hablar. Saber escuchar.

A veces no era fácil. Sus relatos llenos de emoción eran, en ocasiones, tristes y melancólicos. Pero a pesar de no tener desenlaces felices, él siempre, con generosa bondad, les daba el final reflexivo de la vida.

¿Quién sabe qué habitaba en su pensamiento mientras nos contaba sus relatos? ¿Quién sabe cómo se sentía mientras los vivía? ¿Quién sabe, si quiera, si disfrutaba conduciendo o si vivía la vida que había esperado para él mismo?

Nunca le hice estas preguntas.

40 años después, buscaré un espacio. Le tiraré de la lengua. Escucharé de nuevo sus historias del taxi y le formularé las preguntas para ahondar en su coraje, en sus sentimientos.

Se lo debo a él. A mí misma. Y también a su nieto.

4 comentarios:

  1. Me gusta ese punto nostálgicamente tierno e imaginativo de los recuerdos de la infancia. Me gustó este relato
    Javier de la Iglesia

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  2. Un héroe cotidiano que permanece en la memoria tantos años después. Afortunado/a quien tenga ese referente.
    Bienvenida al blog Yolanda.

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  3. Gracias Ángeles por tu bienvenida, y también por tu comentario :)

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