lunes, 11 de marzo de 2019

PASEOS NOCTURNOS (Javier de la Iglesia)

Salí a pasear otra vez de madrugada impulsado por el insomnio que sufrimos los que pasamos los días y las noches en soledad. El sonido nocturno del mar era algo que me relajaba en exceso. Y otra vez estaba ahí, como una aparición, vestido o vestida de negro. Nunca había sabido si era hombre o mujer, real o fantástico, un fantasma o una persona de carne y hueso. Lo había visto varias noches cuando salía a pasear, siempre de lejos. Nunca me acercaba porque en el fondo me inspiraba un poco de miedo. Las leyendas que contaban las viejas del pueblo no hacían más que azuzar mi imaginación y aterrarme cada madrugada que lo o la encontraba paseando por la orilla.


Las historias decían que en la mansión de las altas torres vivía un alma errante que salía por las noches a pasear y que nunca de día se había visto por las calles.


Yo, que nunca hacia caso de leyendas urbanas. Yo, que me reía de aquellas viejas supersticiosas, me hallaba parado en la arena mirando aquella figura casi espectral, que siempre que veía en mis paseos nocturnos conseguía acentuar el poco miedo que en mi existía.


Se giró y me miró. Era la primera vez que estaba tan cerca de mí y pude apreciar sus rasgos. Su rostro era bello y muy blanco, sus ojos claros en exceso y sus facciones suaves y delicadas. Algo había en él que me inspiraba terror y adicción a la vez. No pude distinguir si era hombre o mujer. Demasiado bello y pulido para ser hombre y demasiado rudo a la vez para ser mujer. Lo cierto es que despertó en mi algo inquietante, atrayente, adictivo, pasional y sin quererlo comencé a andar hacia aquel ser sin sacar la vista de sus casi transparentes ojos azules. Parecía haberme abducido y yo seguía su posesión sin poner traba. Llegué hasta… ¿Él? ¿Ella? No sé, estábamos con los rostros casi pegados y surgió una pasión enfermiza y oscura que me arrastraba a sus brazos. Se sentó en la arena y me arropó como a un niño. Nunca me había sentido tan bien como en su regazo. Acercó los labios a mi mejilla y la besó. Estaban fríos, pero eran suaves. Sentía su respiración en mi piel, viajando desde mi pómulo hasta mi cuello y de pronto sentí sus dientes penetrar en mí. Los ojos se me abrieron momentáneamente como nunca antes y absorbí una bocanada del aire frio de la noche. Todo mi cuerpo sufrió una plenitud que nunca había experimentado y un fluir de energía que nunca había tenido. Placer, placer extremo y oscuro. Había algo muy pasional, erótico, crepuscular en aquel contacto que me llenaba mortalmente de vida. Todo mi cuerpo parecía despertar a algo nuevo. Los ojos se me entornaron mientras duró aquella vivencia placentera.


Un suspiro salió de lo más profundo de mí y cuando abrí los ojos ya no estaba aquel… ser ¿Hombre? ¿Mujer? ¿Real? ¿Irreal? No lo sé. Lo único que sé es que cuando me mire en el mar iluminado por la luna, el reflejo que me devolvió era a mí mismo resplandeciente, lleno de vitalidad y energía, pleno, con el rostro más pálido que nunca, mis ojos verdes más brillantes que el sol y la marca de una mordida vampiresa en el lado izquierdo de mi cuello.

3 comentarios:

  1. Unha mestura de medo, paixón e curiosidade. Gustoume. 👏👏

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  2. Gracias!!!! Si despertó un ápice de miedo en vosotros como en mi al escribirlo me siento satisfecho!!!!
    Javier de la Iglesia

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