martes, 12 de febrero de 2019

¿CÓMO TE LLAMAS? (Javier de la Iglesia)

Abrí los ojos. Todo estaba oscuro en mi habitación en el cuarto piso del edificio. Los números fluorescentes del reloj digital no alumbraban ¿Se había ido la luz? Estiré la mano y lo comprobé en la llave; efectivamente se trataba de un corte en la línea eléctrica. Me incorporé en la cama, inquieto, pero las campanas de la catedral, que sonaban a lo lejos, me tranquilizaron. Anunciaban los ocho de la mañana. Aún tenía tiempo.


A oscuras me levanté y fui hacia la ventana. Busqué a tientas la tira de la persiana y la subí. En ese instante el cuerpo se me heló a pesar del calor de los rayos del sol, que a través del cristal, se posaban en mi piel. Era como si se convirtiesen en mil cuchillos clavándoseme por
todo el cuerpo de forma agónica. Cerré los ojos y los volví a abrir. Todo seguía a oscuras. Las piernas me empezaron a temblar y mi respiración se aceleró. Un sudor frio afloró por todo mi cuerpo y perdí el equilibrio hasta que mis manos encontraron la pared. Entonces recordé las palabras del médico después de mencionar aquella cifra tan corta: “El principio del fin empezará por la ceguera”


Me lleve la mano a la cabeza tirándome de los pelos. Quise gritar, pero mis cuerdas vocales estaban en shock. Mi estómago estaba vacío pero las arcadas llegaron hasta hacerme sentir el sabor amargo de la bilis. Apreté las sienes con mis manos, tanto que parecía que la cabeza se me volatilizaría. Una bocanada de aire entró en mis pulmones, quemándolos, y se quedó atrapada. Era imposible echarla fuera de mí. Un ardor parecía apretarme el pecho y me ahogaba. Interiormente gritaba con desconsuelo, tanto que mi cuerpo parecía deshacerse en pedazos dentro de aquella asfixiante oscuridad… y cuando ya parecía que mi corazón se pararía haciéndome explotar el pecho, sentí el calor de una mano que apretaba la mía. No podía ver nada, pero sentía su presencia y sus vibraciones que me daban una extraña e inquietante paz. Solté todo el aire de golpe, tan rápido que me dolió el pecho escandalosamente. Sentía que esa mano me invitaba a seguirla, como si algo raro me envolviese, y me sentí flotar en un vacío negro e infinito, sumido en aquella oscuridad que no me abandonaba.


Y de repente luz, mis ojos se inundaron de una luz cegadora. La sensación de paz era infinita, solo yo parecía estar en el mundo acompañado de aquella mano que sostenía la mía. La mire y ahí estaba junto a mí. Era la mano de un hombre alado que me dijo:

- Hoy vuelve a empezar todo para ti.

- ¿Quién eres? ¿Cómo te llamas? - le pregunté, oyéndome con eco.


Y levantando el vuelo, soltándome la mano, entre el agitar de sus alas me dijo sonoramente mientras desaparecía:

- Mi nombre es DESESPERACIÓN.

De pronto el mundo me envolvió de nuevo. El ruido volvió a inundar mis oídos. La gente corría gritando, pasaba por mi lado hacia un punto a mis espaldas, ignorándome como si fuese invisible. Me giré lentamente elevando la vista y vi la ventana del cuarto piso abierta. Dejé resbalar la mirada por la fachada hasta el suelo y lo que vi me dejó petrificado. En la acera, sobre un charco de sangre, yacía mi cuerpo inerte.

4 comentarios:

  1. Me encanta como escribes!! Y este relato ya me encantó cuando te lo escuche en la noche del micro abierto. <3

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  2. Un relato inquietante, un está desexando saber o que sucede e unha liña lévate a outra. 👏👏

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  3. Woo! Increíble relato! Noraboa, Javier!

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  4. Gracias .Alegrome que vos gustase!!

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