lunes, 21 de enero de 2019

Despertar (Noela Martino Brea)

La oscuridad de la habitación y recortado por las sábanas, un retal tímido de tu piel, que se deja acariciar por los rayos de sol que rompen la penumbra a través de las escasas rendijas de la persiana cerrada.

Noto tu respiración caliente, el amargor de tu aliento mañanero me excita y me recuerda lo que hicimos la pasada noche, ¿confundidas por el alcohol?...tal vez.

Tu pelo acaricia mi nariz y me hace cosquillas, quiero tocarte, pero me da miedo romper el encanto.
De nuevo el cosquilleo entre mis piernas se hace insoportable, como un río caliente recorre los lugares de los que hace unas horas se adueñaba tu lengua.

Saco la mano de debajo de las sábanas con timidez…el pulso me tiembla, pero el deseo es más fuerte. Como un aleteo de mariposa acaricio tu cuello, sonríes dormida, dibujo con las yemas de los dedos tu clavícula y tu esternón, subiendo por uno de tus pechos hasta la areola de tu pezón en el que me detengo y pellizco con suavidad, pícaramente.... reclamando tu atención.

Abres los ojos con suavidad, noto la llama ardiendo en el fondo soñoliento de tus pupilas y antes de que pueda retirarme tu mano coge la mía y la lleva hasta tus labios secos y calientes.

Me chupas los dedos con sensualidad a la vez que me acaricias la espalda con la otra mano. No puedo evitar que se me escape un gemido de placer, mi cuerpo pide el tuyo con desesperación.

Te pones sobre mí y llevas mi mano salivada al centro de tu cuerpo trémulo, marcando el ritmo que necesitas. Te noto tan mía que no puedo evitar dejarme llevar por tus exigencias y por tus caricias en mi sexo. No puedo esperar más, te cojo por la nuca y te beso con pasión, buscando tu alma, buscando que acabemos a la vez.

Y en ese momento se abre el infinito, te miro a los ojos, ojos inundados de placer, opacos, estás en otro mundo, muy lejos de mí, pero jamás tan cerca.

Caes pesadamente sobre mi cuerpo, pecho con pecho, sexo con sexo, corazón con corazón, ambos retemblando como los tambores de batalla.

Me besas, ahora con timidez, con laxitud, no quisiera que esto acabase nunca. En ese momento suena tu móvil.

-Me tengo que ir.

Es lo único que dices mientras te levantas y recoges tu ropa de forma apresurada. Sé que este momento llegaría, que la noche acabaría y tendrías que volver con tu marido y tus hijos.

Ahora solo me queda escucharte, tomar un café de vez en cuando y pensar en la próxima “Noche de chicas”.

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