jueves, 26 de diciembre de 2019

"Chatarra" (Mara Dres)

Yo quería que, en todos mis cajones
tu sonrisa estuviese allí
y que, el lápiz de dibujo me salvase
de envejecer.

No, no tuve tiempo para arrancar una coma,
ni para plantar un huerto.
Toda semilla es poca,
toda planta se aniquila con el pensamiento más pensado:
primero las hojas y luego la flor.

Se quejan de un martillo los calambres;
en los ojos se derrama líquido de frenos
y no queda leche condensada para el pastel.

La tarde cae fácil;
pareciera que todo lo que hemos hecho
ya pasó y otros han vuelto
y que, al llover un cántaro se ha llenado
y ya no queda sed.

Parece que, cada brote de la  higuera
alimentara a tus hijos con su leche
y que,  el vertedero se ha quedado
para hacer tu  próxima isla de chatarra.

Y ya, ha dejado de llover.
Y ya, estamos envejeciendo.
Y ya, somos isla y tiempo, bruma y vista lejana.
Y yo quería que, en todos mis cajones...

lunes, 16 de diciembre de 2019

TRANSPARENTE (FINAL) (Javier de la Iglesia)

La luz blanca que apuntaba desde lo alto, de la lámpara que había encima de mí, seguía cegándome y me imposibilitaba ver con claridad al hombre que me hablaba y a los que lo acompañaban.

- ¿Cómo? – pregunté titubeando - ¿Cómo que no desaparecí? Y lo de mi mujer. ¿Qué está pasando?

- El ritmo cardíaco empieza a subir – dijo otro de los hombres mientras me percataba que tenía cables por el pecho, la cabeza y los brazos al mismo tiempo que oía de fondo los típicos pitidos que marcan esas máquinas que controlan los latidos – será mejor inducirlo al sueño de nuevo – sugirió.

- Hágalo – ordenó el que hablara cuando me desperté.

- No, no, no, no – grité a pesar del dolor de garganta – díganme que está pasando. Necesito saber qué es lo que es…

Oscuridad.


Pi, pi, pi, pi, pi… todos a un ritmo constante. Empecé a oír de lejos los pitidos. Los ojos me pesaban, pero los fui abriendo poco a poco. Esta vez no tenía la luz delante. Me hallaba tumbado en una cama, mas incorporado, casi en posición sentado. En frente estaba el hombre que me había explicado que no me había pasado nada de lo que había vivido. Ya solo tenía unos pocos cables en el pecho. La garganta me dolía y estaba como un estropajo. Me sentía un poco mareado y la cabeza me pesaba horrores.

- Bienvenido de nuevo – dijo el señor en tono serio.

La habitación era totalmente blanca. Solo una cama en el medio en la que estaba yo y el sillón donde se encontraba él sentado. De pronto entraron por la puerta los otros dos diciendo que ya habían visto por las cámaras que había despertado. Eche un vistazo. Las paredes estaban totalmente vacías, no veía ninguna cámara. Uno de ellos se acercó a mí. Empezó a despegarme las pegatinas del pecho que unían la maquina a mí a través de los cables.

- Totalmente estable. Podemos empezar – dijo a los otros dos.

- ¿Empezar qué? – pregunté.

Y ahí empezaron las preguntas del hombre que más me había hablado hasta entonces.

- Dígame lo que recuerde. ¿Su nombre?

- Marcelo.

- ¿Edad?

- 37

- ¿En qué año estamos?

- 2019

- ¿Qué es lo que le ha pasado?

- Hace dos años me volví invisible.

Silencio por ambas partes durante un rato hasta que él volvió a hablar.

- Solo está en lo cierto en una cosa: su nombre. En todo lo demás ha errado. Usted nunca se ha vuelto invisible. Y no tiene 37 años sino 137. Estamos en 2117 y es usted nuestro primer experimento.

- ¡Que…! ¿Qué?!

- Está totalmente estable – dijo el que me había desconectado los cables – puede afrontarlo.

- ¿Afrontar qué? – pregunté. Estaba demasiado perdido. ¿Qué estaba pasando?

- Hace dos meses que despertó – volvió a tomar las riendas el que llevaba la voz cantante.

- No. Hace un rato que estuve hablando con ustedes antes de que me durmiesen. Me dijeron que todo lo que decía era mentira

- No. Eso fue hace dos meses justo hoy. En estos dos meses su cerebro estuvo en tranquilidad al igual que su cuerpo. Era necesario después de todo el proceso.

- Por dios, ¿Qué proceso? No sé de qué me hablan. Yo he estado desaparecido durante dos años.

- Fíjese atentamente – me ordenó

De repente en la pared se dibujó una pantalla. En ella aparecía yo con un aspecto demasiado desaliñado, demacrado, muy delgado y con cara de abatimiento. Mirado a la cámara. Pasaron unos segundos y empecé a hablar.

“Me llamo Marcelo de la Cueva Morente. Declaro que estoy en plenas facultades mentales y doy mi permiso a Relatia Life para formar parte del experimento <TRANSPARENTE> plenamente consciente de que el resultado pueda no ser favorable, sin perjuicios para la corporación anteriormente citada. A día de hoy, 7 de marzo de 2017, firmo el comienzo del experimento en que el voy a participar”

Después de verme diciendo esto a cámara, en el video seguía viéndoseme como firmaba unos papeles con las manos totalmente temblorosas. Una vez firmado, el video terminó y la pared volvió quedar como estaba, totalmente blanca como si no hubiese ninguna pantalla en ella.

El silencio volvió a reinar en la habitación.

- Se estará preguntando qué es todo esto me imagino – me preguntó el mismo hombre de antes

- No… no sé qué es lo que está pasando.

- Somos una corporación llamada Relatia Life. Hace muchos años estamos trabajando en un experimento llamado “Transparente”. El cometido de dicho experimento es la eliminación de recuerdos. A nosotros acude gente que desea eliminar de su mente todo su pasado. El que recurre a nosotros firma un contrato para formar parte de esta experiencia y en él se compromete a desaparecer y ponerse en nuestras manos y cuidados durante el número de años que firme en dicho contrario. Lo mínimo son 60 años. Y se preguntará como es ese proceso.

- Esperen un momento. ¿Me están diciendo que yo firme un contrato con ustedes para eliminar mis recuerdos?

- Efectivamente así es.

- Pero… antes me dijeron que han pasado cien años.

- Ese fue el periodo de tiempo que usted firmó.

- No. Esto…. Esto es surrealista. ¿Cien años? Esto no puede ser real.

- Lo es. Déjeme continuar explicándoselo. Le iba a explicar el proceso. Usted accedió a participar en un proceso de criogénesis con activación cerebral y eliminación de recuerdos.

- ¡¡¡¿Cómo?!!! ¿Me dice que me han criogenizado?

- Si. ¿Cómo piensa usted que se puede mantener una persona cien años sin envejecer? Usted ha sido criogenizado y lo hemos devuelto hace dos meses. Justo la fecha que usted marcó para que se le volviese a la vida. Hace cien años usted accedió a participar en nuestro experimento, obviamente no conmigo a la cabeza. Desde entonces hemos sido cuatro los que hemos controlado este proceso, pasándonos la tutoría de su caso unos a otros a lo largo de todo este tiempo. Estamos a 7 mayo de 2117. Usted el 7 de marzo de 2017 firmo el contrato y después de eso lo sometimos a una operación cerebral totalmente novedosa que elimina todos los recuerdos de su mente. Luego de eso lo sometimos también a una muerte inducida para acto seguido entrar en un proceso de criogénesis. Pero una criogénesis un poco diferente. Durante estos cien años su cerebro ha estado conectado a unos electrodos para mantenerlo en actividad, formándole una historia que no es real, sino una historia totalmente creada por nuestros guionistas neurólogos. Parte de este experimento, si sale como nosotros esperamos, consiste en crear los recuerdos a medida de los gustos de cada persona.

¡Oh dios mío¡ ¿Qué era esto que me estaban contando? No podía ser real todo lo que este hombre estaba diciendo.

- ¿Me están diciendo que yo accedí a todo esto?

- Para eso tenemos el contrato firmado por usted y el video que lo atestigua.

- ¿Por qué hice yo todo esto?

- Su verdadero pasado no fue todo lo bien que usted hubiera querido. Por eso acudió a nosotros cuando estaba desesperado y al borde del suicidio.

- ¿Cómo? ¿Yo he querido suicidarme?

- Usted fue un brillante hombre de negocios. Pero toda su fortuna se vino abajo a causa de sus adicciones al juego y a las drogas. Eran tantas las deudas que contrajo por dichas adicciones que todo el mundo, incluso su familia, lo dio de lado. El final de sus años, antes del experimento, fueron un declive absoluto. Por eso firmó por 100 años. Para que no sobreviviera ninguna persona que lo conocía ni nadie a quien le debiese dinero.

De repente la pantalla volvió a aparecer y volví a verme en otro video explicando todo lo que me acababa de contar aquel hombre. De ahí mi aspecto cadavérico en las películas.

- Usted recurrió a nosotros cuando ya no tenía salida a causa de las deudas y en vez de suicidarse decidió formar parte del experimento “Transparente”. Lo dimos por muerto simulando su muerte. Provocamos un incendio en su casa y entregamos a sus familiares un cadáver sin reclamar de la morgue totalmente calcinado. Supuestamente usted está enterrado en un panteón familiar.

Mi mente no daba crédito a lo que estaba oyendo. No me acordaba absolutamente de nada, pero los videos estaban ahí y el contrato firmado también. Lo tenía el hombre entre sus manos.

- Hace unos minutos usted dijo: si sale como nosotros esperamos. ¿Qué significa eso? –pregunté con curiosidad.

- Que no sabemos si nuestro experimento funciona hasta despertar al paciente. Actualmente hay 32 personas que forman parte del proyecto “Transparente”. Todos firmaron en el plazo de dos años y no podemos experimentar con más gente hasta saber si los resultados son los que esperamos. Como ya le he dicho el plazo mínimo a firmar son 60 años. La persona que firmó menos años para que lo despertásemos lo hizo por 100. Y esa persona es usted.

¡¡¡¡¿Pero que había hecho?!!!! Todo esto era una auténtica locura.

- Usted fue la cuarta persona en entrar en este experimento. Pero las tres personas antes de usted, y las 28 siguientes establecieron un rango mayor de años para despertar. Usted es el primero de todos. Díganos: ¿Qué es lo que recuerda de su pasado?

Me quedé absolutamente callado viendo como los tres hombres me miraban fijamente en busca de la respuesta. Respiré hondamente y le conté todo lo que había pasado estos dos años. Lo que menos esperaba era todo esto y mucho menos que hubiera pasado un siglo. Le relate todo lo de volverme invisible, lo de mi desaparición y lo de la ola de calor que había arrasado con la humanidad.

Ellos se miraron entre sí con cara de satisfacción y me explicaron que eses recuerdos eran los que ellos habían inducido en mí. Que nunca había sido invisible ni existían 32 invisibles. Esas 32 personas que se habían vuelto transparentes en mis recuerdos eran las 32 personas que formaban parte del experimento.

- Hemos creado esa historia para todos. Será lo que recuerden ustedes 32 cuando despierten. A los demás les pasará igual que a usted. A partir de ahora, sabiendo que funciona, podremos inducir en quien lo desee los recuerdos que ellos deseen tener y borrar todo su pasado si el paciente lo quiere. Sepa usted, Marcelo, que hizo un gran servicio al avance científico. Usted es el primero de los 32 en confirmar todo nuestro trabajo, que hasta ahora, era incierto.

¿Avance científico? Pensé. Por dios esto que había hecho era una monstruosidad. ¿Cómo había podido?

- ¿Qué va a ser de mi vida ahora? – les pregunté

- Volver a empezar – contestó – puede empezar una nueva vida, de cero y volver a vivir y disfrutar de esta nueva oportunidad. Tómese su tiempo para decidir antes de volver a salir al mundo real.

¡Volver a empezar! No sé si quería. No sabía cómo había podido llegar a eso. Pasaron unos días en el centro de Relatia Life, haciéndome todo tipo de pruebas médicas. Al parecer estaba sano y podía seguir con mi vida desde el punto en el que me había criogenizado, pero… ¿con qué sentido? Nada tenía sentido ya. Habían pasado cien años. El mundo habría cambiado tanto que no sé si me adaptaría. ¿Y con que recuerdos? Con unos ficticios. ¿Valía la pena vivir así? ¿Qué clase de monstruo haría una cosa semejante? Yo me había convertido en una bestia. ¿Cómo había podido llegar a ese punto de desesperación? Visto ahora hubiera preferido el suicidio.

Pasados siete días en que me dieron el alta, me dirigí al despacho del director del proyecto “Transparente”, el hombre que me lo había explicado todo.

- He tomado una decisión. Ya sé que hacer con mi nueva vida, pero tienen que ayudarme – le ordené.
El director me mando pasar y me escuchó.

- ¿Está seguro de lo que me está pidiendo? - me preguntó con los ojos como platos.

- Totalmente seguro. Esta noche a más tardar.

- Si usted lo desea así se hará.

Llego la noche. Los cuatro nos preparamos. El director, los dos médicos neurólogos que me habían inducido a mis nuevos recuerdos y yo. Abandonamos el garaje del centro Relatia Life en un coche. A consecuencia de mi decisión, yo me tapé la cabeza con una manta para no ver nada del mundo. Prefería recordarlo como era 100 años atrás.

- Hemos llegado – dijo el director.

Saque la manta de la cabeza. Efectivamente estábamos en un cementerio, delante de un mausoleo de capilla. Entramos en él y dentro había varias placas con los nombres de mis antepasados, los cuales no recordaba. En una placa rezaba mi nombre con la fecha de 7 de marzo de 2017.

- ¿Está seguro de que quiere hacerlo? – me preguntó el director.

- Empecemos – ordené.

Uno de los otros médicos sacó un frasco del bolsillo y me lo dio a beber diciéndome que sería cuestión de 20 minutos. Entre los tres abrieron la cripta de la capilla mausoleo. Había varias repisas subterráneas con sendos ataúdes con los nombres de los fallecidos. Bajamos. Buscamos el que ponía mi nombre. Lo sacamos de la repisa y lo abrimos. Dentro ya solo había polvo negro.

- Déjeme darle las gracias por su generosidad – dijo el director del proyecto “Transparente” a modo de despedida – usted ha contribuido mucho al avance de la ciencia.

Le respondí con una inclinación de cabeza pensando en que no sabía si aquello era un buen avance o no. Me metí en el ataúd, acostaba boca arriba mirándolos. Ahora si sería el final de la verdad. Ellos tres lo cerraron y noté como volvían a ponerlo en la repisa. Oí como abandonaban la cripta cerrándola de nuevo, abandonando el mausoleo.

Y allí me quedé yo, sumido en la oscuridad de mi ataúd, esperando a que el veneno hiciese efecto.

jueves, 12 de diciembre de 2019

PRESENTACIÓN: CUANDO DEJE DE LLOVER. (María Soliño)

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María Soliño, Cuando deje de llover

Biografía María Soliño.
 María Soliño (1974), nació y creció en Vigo, mirando la ría de su ciudad. Diplomada en Trabajo Social, especializada en Igualdad de Género, en 2016 cursa la Cátedra de Responsabilidad e Innovación Social de INDITEX/UDC y un año más tarde, termina un Máster en Coaching para la Transformación y Procesos de Cambio. Comprometida con la Igualdad, la libertad y los derechos de la mujer, actualmente compagina su actividad como consultora social, docente y escritora. Es autora de la columna semanal de opinión, #PORELLAS en Diario do Támega, www.diariodotamega.es.

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Cuando deje de llover es su primera novela, ambientada en su Vigo natal, en la que narra la historia de una mujer que se ve enfrentada a sus creencias, a sus miedos y a los prejuicios de la sociedad. Todo su mundo se tambaleará poniendo a prueba su fortaleza interior. Una novela valiente y arriesgada que no dejará indiferente al lector. SINOPSIS: “Cuando deje de llover” “¿Y si lo tuvieses todo pero quisieses más? ¿Y si pudieses vivir una historia de pasión sin renunciar a tu vida perfecta? ¿Lo harías? Cuando deje de llover es arriesgarse a perderlo todo por vivir un poco más. Por sentir un poco más. Es vivir sin pedir perdón”. Marina Estrada, 46 años. Madre y esposa feliz. Enamorada de su marido y con éxito en su profesión. Una mujer con carácter y que sabe lo que quiere. Un encuentro fortuito sacude su vida, provocando un tsunami de acontecimientos que dan forma a una novela trepidante con un final sorprendente. Esta es la historia de una mujer fuerte y valiente que no tiene miedo de vivir. Una mujer que prefiere recordar a imaginar. Una mujer libre… Pero la libertad siempre tiene un precio. Una novela atrevida y descarnada sobre las relaciones, el amor y el sexo. Y tú… ¿Cruzarías la línea?

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lunes, 2 de diciembre de 2019

Cicatrices. (Noela Martino Brea)

Me besó...y en ese beso sentí cada una de las cicatrices cerradas en su corazón,. Sentí las desesperación que sus labios me transmitían por ser amado, por ser correspondido y encontrar a alguien que le diera lo que le hacía falta.

La primera cicatriz era de color azul.
Sabía que era de aquella niña con el pelo rubio y los ojos claros, una niña inocente...pero que en esa inocencia escondía el despertar del primer amor. Pude verla, su sonrisa sin mácula, el recuerdo de como le cogía de la mano y le susurraba palabras de amor puras. Era esa cicatriz que deja la primera persona que hace que tu corazón tiemble, la que piensas que es con la que vas a pasar el resto de tu vida y que luego se va dejándote desengañado y solo. Esa cicatriz le había dolido, pero aún tenía un sabor dulce y su recuerdo aún le hacía sonreír por aquella niña de pelo rubio y por la inocencia perdida.

La segunda cicatriz era violeta.
Pertenecía a aquella adolescente con el pelo negro, los vaqueros rotos y la camiseta raída de los Ramones. Sus ojos verdes maquillados le había robado el corazón y algo más,,, con ella fue su primera vez. Fue el primer cuerpo desnudo de mujer que sintió en sus brazos. Ella sabía al primer cubalibre, al primer cigarrillo y a los primeros celos. La herida había sido profunda y las discusiones la abría siempre que él intentaba cerrarla. Hasta que la encontró una noche en un pub en los brazos de otro. Entonces decidió cerrarla para siempre y dejar atrás su niñez.

 La tercera cicatriz era verde.
Verde por los celos y la desconfianza que arrastraba...quizás la chica no se lo merecía, o él no se la merecía a ella, pero se volvió totalmente loco. Duró hasta que ella no aguantó más, no aguantó el acoso, las continuas llamadas y las preguntas que la agobiaban. Simplemente un día desapareció, sin explicaciones y sin reproches. Salió de su vida para nunca más volver.

La cuarta cicatriz era amarilla.
Ella era la luz del sol. Cansado de la lluvia se fue a trabajar un verano al sur para conseguir darle un poco de calor a sus huesos y alejarse de todos los recuerdos que cargaba en su pecho y le hacían sentirse mal. Entonces la conoció, paseando por la playa como una auténtica sirena con la piel tostada y la sonrisa más alucinante del mundo. No se entendían pero eso no impidió que se enamoraran de forma apasionada, con ella escuchó palabras de amor en otro idioma y promesas de eternidad. Pensaba en irse con ella al acabar el verano, hablaban de sus planes tumbados por las noches
en la playa con las manos entrelazadas después de hacer el amor bajo las estrellas y ansiaban comenzar a vivir las aventuras más increíbles alrededor del mundo, pero el verano se acabó y ella se acabó con él. Recordaba aún lo que lloraron en el aeropuerto, como se juraron medio en castellano medio en polaco escribirse todas las semanas y llamarse en cuanto pudieran. Como se verían una vez al mes en un destino intermedio, pero todo se quedó en eso...en promesas que con el pasar del tiempo se diluyeron en la nada y quedaron en cenizas.

La quinta cicatriz era roja.
La conoció en la biblioteca, mientras estudiaba para los exámenes finales de la facultad. Se sentaba enfrente de él todos los días, con su pelo rojo recogido en un moño descuidado y sus gafas de pasta negras, cada noche al llegar a casa pensaba en ella así que, uno de ellos, se decidió a entablar conversación. De esa conversación pasaron a los cafés, de los cafés pasaron a las discusiones típicas de dos universitarios que creen que van a comerse el mundo y a cambiarlo el día de mañana, de la filosofía, la literatura y la política pasaron a la cama. Follaban como si no existiera el resto del mundo, ella despertaba todos sus sentidos y lo volvía un pervertido, nada más importaba cuando estaban piel contra piel. Él estaba convencido que era la mujer con la que se casaría y decidido compró un anillo y se lo pidió, pero ella lo rechazó. Dijo que en su país de origen le esperaba alguien, que ya estaba prometida y que él sólo había sido una aventura de Erasmus, y así se acabó. No la volvió a ver ver por la biblioteca y a golpe de polvos con otras chicas la fue olvidando, aunque nunca volvió a encontrar lo que había encontrado en aquella escocesa.

La sexta cicatriz era añil.
Fue una amiga de su madre. Cuando volvió a casa con el diploma en la mano ya era todo un hombre y aquella mujer madura le puso el ojo encima. Al principio era excitante, algo totalmente prohibido y el sabía que no podía pasar de ahí. Pero aunque se resistió al final se acabó enamorando. Todo era sencillo porque sabía lo que había, pero un día ella cambió. Desconfiaba de él, pensaba que era demasiado joven para ella y que podían hacer mucho daño a la gente de su alrededor...que no lo entenderían, que no quería perder la amistad de su madre por un chiquillo ni que su marido se enterara de la infidelidad y la dejara. Así que zanjó el asunto, él le suplicó y la persiguió durante un tiempo, hasta que ella harta le amenazó con denunciarlo por acoso, así que se rindió y disimuló delante de su familia cada vez que la veía en público colgada del brazo de aquel otro hombre que no sabía como hacerla feliz.

Y entonces me conoció a mí.

Yo trabajaba de camarera y siempre lo veía sentado detrás de la barra. Todos los día a la misma hora pidiendo lo mismo y pasando allí las horas muertas hasta que cerrábamos. Un día comenzamos a hablar, era un hombre terriblemente atractivo, y de la charla pasó a esperarme cuando salía y acompañarme al coche para que no fuera sola.

Día tras día, confidencia tras confidencia hasta que me besó...y en ese beso sentí cada una de las cicatrices cerradas en su corazón y como se hacía el espacio para, mañana, acoger a la cicatriz que yo le dejaría.